Prólogo del Dr. Tomás Martí Huguet

La reciente historia de la oftalmología nos demuestra que, en los últimos años, los grandes avances de la especialidad han sido precedidos de una fragmentación y compartimentación de las áreas de estudio de las diferentes estructuras del ojo. Como consecuencia de esta ramificación han surgido conceptos completamente nuevos y una nueva forma de abordar los problemas oculares y su tratamiento.

Singularmente, los que desde hace ya algunos años nos dedicamos al segmento anterior del ojo hemos visto con asombro como córnea, glaucoma y cristalino se constituían en subespecialidades. Como, dentro de la córnea, las cuestiones refractivas se separaban de las médicas, la membrana de Descemet adquiría vida propia y era susceptible de ser estudiada y manipulada al margen del estroma. La superficie ocular se tornaba un pequeño órgano en el que el limbo, sometido a la influencia de factores neuronales, vasculares, etc., era un centro regenerativo en estrecha relación con la película lagrimal, el parpadeo, el borde palpebral y la conjuntiva.

Como consecuencia, donde antes diagnosticábamos una queratitis inespecífica, ahora tenemos una insuficiencia límbica, y como resultado de un mejor conocimiento de la función y la fisiopatología podemos abordar un tratamiento mucho más específico y quizás programar una epiteliectomía secuencial o un trasplante de limbo.

Ahora le ha tocado al borde palpebral. Desde siempre, una enorme cantidad de pacientes han acudido a nuestras consultas expresando síntomas inespecíficos como picor, sensación de cuerpo extraño, irritación crónica etc., y desde siempre han sido englobados bajo el diagnóstico inespecífico de blefaritis: inflamación del borde libre del párpado, y tratados de forma inespecífica.

En los últimos 10 años han aumentado exponencialmente los estudios y publicaciones sobre el borde libre del párpado y su trascendental importancia en la formación y el mantenimiento de la película lagrimal. A medida que profundizamos en su estudio descubrimos nuevas funciones de viejas estructuras y aprendemos de las enfermedades que surgen de su disfunción.

Es, sin duda, el momento del consenso. De ponernos de acuerdo en las denominaciones, de poner nombre a las diferentes disfunciones y de llegar al tratamiento específico.

Enhorabuena a los autores que se han puesto manos a la obra y someten ahora sus conclusiones a la comunidad oftalmológica. Han comenzado por definir el término de disfunción de glándulas de Meibomio, y a partir de este simple acuerdo ya podemos empezar a valorar su prevalencia, sus causas, subtipos y posibilidades de tratamiento.

Sin duda aún nos queda mucho que aprender de esas pequeñas estructuras palpebrales, trascendentales para la superficie ocular.

Tomás Martí Huguet
Médico oftalmólogo
Jefe de sección de Córnea
Hospital Príncipes de España de Bellvitge